
¿Qué relación tienes con tu cuerpo?

Los años anteriores, como ingeniera, habían resultado todo lo contrario con días interminables en una silla frente al ordenador. Llegué a tener enormes dolores de espalda cuando empecé a trabajar, no podía ni dormir por las noches, y ¿qué hice? Fui a ver médico tras médico para averiguar qué estaba mal en mi cuerpo, qué fallaba … sin pararme a pensar que no había nada roto en mi cuerpo, que precisamente porque estaba sano, se estaba quejando y dándome señales para que cambiara algo, que me diera cuenta que no le estaba haciendo bien con la vida que llevaba.

Y tras haber susurrado por primera vez, al poco tiempo, mi cuerpo gritó y el mismo pie se rompió “a lo grande”. Mi sueño con el baile se esfumaba ante mis ojos y mi miedo a no saber qué hacer con mi vida se hizo cada vez mayor.
No podía aceptar lo sucedido y a los dos días me puse en manos de un fisioterapeuta que debería conseguir que en un mes pudiera volver a bailar. Empecé a pisar de nuevo a los seis días forzando a mi pie, a mi cuerpo, por conseguir lo que yo quería, pero lo que realmente conseguí con mi lucha fue un empeoramiento de la situación que supuso ¡cuatro meses con muletas! … y ahí descubrí lo lejos que había estado de mí. Fue justo cuando empezaba la formación de corporalidad y movimiento expresivo en la que descubrí la gran herramienta viva que nos forma, que esclavizamos y no conocemos.
Empecé a darme cuenta de que mi cuerpo es un espejo de cómo me siento y cómo me quiero. De qué manera me trato. Como cualquier relación. Háblale mal a otra persona, trátale con desprecio y ¿qué recibes a cambio?
¿Qué sentirías si tu pareja quisiera cambiarte todo el tiempo?
Empecé a ver mi cuerpo como una brújula, no había que repararlo si dolía o me pasaba esto o aquello, sino que me indicaba un cambio de rumbo, un “oye, esto no te va bien, o sigue por ahí que es bueno para ti”. Y mis estados de ánimo, cambiantes, había una razón para ellos y a través de mi cuerpo era capaz de tener unas sensaciones, explorarlas, sumergirme en ellas para luego darles expresión y ponerles palabras. El cuerpo y la mente trabajaban como un gran equipo en el que nadie se imponía, con equilibrio, para dar soporte físico y razón a las emociones.
Y me di cuenta, de que el cuerpo habla, sin parar, todo el rato y que había estado sorda cuarenta años de mi vida.
Sí, el cuerpo habla, y cómo lo hace te lo cuento en la siguiente publicación, que esta ya es larguísima!!
Cuéntame si te has identificado con algo de mi historia, me encantará leerte!
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